José Vicente Barcia compró una aldea gallega para hacer un bosque: «Queremos que todos los que deseen puedan participar»

ALEJANDRA CEBALLOS

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Naturaleza con hotel y restaurante. Ese es el proyecto de José, que llevaba varios años persiguiendo la vida en el campo gallego y ahora trabaja para reforestar una aldea en el municipio lucense de Sober

08 may 2024 . Actualizado a las 09:04 h.

Hay quienes dicen que la tierra llama, y José Vicente Barcia, nacido en Vigo, lo tiene claro. Después de muchos años fuera, ha regresado a su Galicia natal para llevar a cabo un proyecto de preservación de los bosques en el concello de Sober, Lugo. Su familia formó parte de la diáspora gallega, así que vivieron en Suiza, Alemania y Madrid. Él, además, vivió también en Brasil, Paraguay y Cádiz, pero siempre con el corazón en la tierra celta. «Se genera un vínculo afectivo con Galicia, la naturaleza, y con lo que había vivido en mi infancia», dice.

En su última temporada fuera de Galicia, aún sin saber que regresaría a vivir aquí, se compró una casa en Amandi con la intención de restaurarla y pasar en ella, por lo menos, su tiempo libre. Se enamoró de la Ribeira Sacra. «Desde el 2005 la estoy recorriendo, yendo a las vendimias, recogiendo patatas con los vecinos…», enumera. Pero se apresura a aclarar que no viene a colonizar, sino a habitar el territorio. «Formo parte de una comunidad mayor que me ha acogido y con quienes tengo una gran afinidad y muchas coincidencias, aunque venga de la ciudad; y es porque tengo una actitud de escucha, de respeto, y de poner en valor los saberes de la gente que lleva viviendo toda su vida aquí», explica. 

UN PROYECTO ECOLÓGICO

José es periodista y tiene afinidad con los proyectos que apuntan a la esperanza. Trabajó con Ecologistas en Acción, y en algún momento fue el encargado de poner en el radar a Ecoo, una cooperativa que busca democratizar las energías renovables y fotovoltaicas. Al terminar sus proyectos, trabajó un tiempo en Cádiz, pero esperaba poder alinear sus intereses personales y el trabajo. Ese momento llegó el año pasado. «Uno de mis vecinos, Toño, que vive a tres kilómetros de mi casa, me comentó que en el concello de Sober estaban vendiendo una aldea pequeña, Donelle, y me dijo que a lo mejor me podía interesar. Así que se lo comenté a uno de mis amigos, Luis Esteban Rubio, con quien presentamos una propuesta a Ecoo. Hicieron cálculos, buscaron un modelo de financiación y, cuando les cuadraron los números, compramos la aldea para hacer un bosque», resume. «Los proyectos de Ecoo son de energía fotovoltaica. Suelen ser urbanos, por lo que esto era un cambio, pero también facilitaba el hecho de tener un espacio en el que poder pensar esos valores en los que creemos», continúa.

La aldea era lo que estaban buscando: «Un rincón en una reserva de la biosfera con mucha diversidad. Aquí hay fentos, helechos, carballos, castaños, abedules, jabalíes, corzos y gavilanes». José rememora el momento en el que conocieron la aldea. «Fue un encuentro muy potente, porque es un espacio de Galicia que no tiene feísmo arquitectónico, que está rodeado por una naturaleza aún saludable que podemos mejorar, y también prados que están en desuso para volver a convertirlos en bosques, con una máxima muy clara: involucrar a la gente local, porque sin ellos es imposible», explica.

Fue así cómo empezaron los trámites con la familia Fernández Rodríguez, y especialmente con Chelo, quien se puso al frente de las negociaciones. «Ella nos ha explicado cómo era la vida allí, nos transmitió la memoria de su familia, y estamos especialmente agradecidos con ella. Ellos también están contentos, porque saben que nuestra intención es conservar el patrimonio de los saberes locales, además de fijar población», continúa José, que explica que no solo se trata de hacer un bosque, sino de generar un proyecto de esperanza, llamado Guardabosques, donde no solo se conserve la naturaleza, sino que además sea posible estar en comunidad y aprender sobre conservación, feminismo y ecosocialismo, entre otros valores.

«No queremos generar esperanza en plan: ‘Una gente muy maja que hace cosas guais’, sino que queremos un proyecto donde todos los que deseen puedan participar.

Ecoo funciona gracias a 4.000 microinversores, y la idea es que el proyecto Guardabosques funcione de la misma manera, que quienes lo conformen puedan hacer parte de las formaciones y de los proyectos, y que sientan que están creando comunidad, que de verdad están haciendo algo, que puedan expresar sus miedos, sus anhelos, ponerse manos a la obra y sentir que una sociedad más justa es posible», indica.

 ESPACIO PARA FORMACIONES

Pero no se trata solo de José. Con él, hay un equipo multidisciplinar de cerca de diez personas más, entre los que hay antropólogos, periodistas, ingenieros o ambientólogos, entre otros, que se encargan de analizar constantemente la viabilidad del proyecto y del siguiente paso a dar. Por ahora, saben que construirán un hotel, un espacio para las formaciones y un restaurante que pueda cubrir las necesidades de quienes pasen las noches allí. «Todo será con estilo tradicional, que es naturalmente bioclimático», aclara Barcía.

Además, comprarán algunos de los terrenos aledaños a la propiedad para asegurarse, también, de que conservarán aquellos bosques.

Todo, asegura, permitiendo que los locales se sientan parte. «Hay un vecino que traía a pastar a sus vacas aquí, y nos preguntó si preferíamos que dejara de hacerlo. Por supuesto que no, la ganadería es compatible con nuestro proyecto. De hecho, soñamos con alguien desayunando y que vea las vacas pasar al mismo tiempo», señala.

Por lo pronto, el más afortunado es el propio José Vicente, quien desde hace un año, y con el comienzo de esta iniciativa, ya ha hecho de Galicia su lugar de residencia. «No es idílico ni bucólico, pero es hermoso, porque me estoy insertando en la comunidad de la Ribeira Sacra», afirma, convencido de estar cumpliendo su propósito.