No volverás a casa

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

Revolutionary Films | EFE

08 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay pocas cosas más devastadoras que desmantelar una casa en la que fuiste feliz. Casi siempre hay por el medio una muerte que duele, así que esa mudanza adquiere un tono solemne y terrible, porque muy pocas veces se tiene consciencia de que la vida son etapas que se cierran a base de despedidas y pérdidas. Paco Roca relató ese proceso en La casa, que ahora lleva al cine Álex Montoya con una elegancia melancólica que te golpea. Tres hermanos se enfrentan al duelo de cerrar la casa del pueblo que amaba su padre. Pero en el proceso asoman muchos otros duelos, incluido el de las infancias particulares, porque la muerte de los padres es también la muerte definitiva del niño que fuiste.

Hay pocas cosas más devastadoras que meter todas las cosas en cajas de cartón sobadas que recogiste al cerrar una tienda de lavadoras. Agolpadas y envueltas en viejos periódicos, dejan de tener sentido. Con ellas se van todas las historias que las llevaron hasta vosotros, una madeja tupida que le da sentido a la vida y que es un mapa de tus afectos y de tus alegrías y de tus tonterías. Cuando se desmantela una casa en la que fuiste feliz, hay una gestión de la traición, si de lo que te desprendes es de un territorio que tus padres amaron y tú abandonas, pero también de una intimidad que no es la tuya, como si vaciar su armario fuera algo así como hurgar en algo que no te corresponde y como si al hacerlo te expusieras a encontrar una prueba, un indicio, una carta que te ofrezca un semblante distinto de esas personas que además de tus progenitores eran muchas otras cosas que ya nunca sabrás.

Deberíamos enfrentarnos a las casas de nuestros padres con la estrategia específica de los arqueólogos. Seguro que entre la vieja vajilla hay sedimentos de amor que en su día subestimamos.